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Días de esquí árticos EP4. Tamokdalen, escalada en hielo, esquiar con huskies y descubrir Lyngen.

La verdad que estábamos excitados de conducir a Nordkjosbotn y volver a encontrarnos con Aniek para nuestra siguiente aventura. Sin embargo, llegamos allí bastante pronto así que decidimos echar el día pinchando hielo en unos sectores que vimos desde la carretera que prácticamente parecían paredes de escalada deportiva pero de hielo.

Pedro fijó la cuerda y hicimos un par de líneas antes de buscar un sitio para pasar la noche y descansar, ya que viniendo de Aniek, no esperábamos precisamente un paseo para el día siguiente.

Al día siguiente llegamos al meeting point. Aniek ya estaba allí y nos faltaba Karin. Todavía no la habíamos conocido. Un par de minutos después llega una ranchera enorme con seis jaulas de huskies integradas en la parte trasera. Una chica rubia sonriente con esquís de colas levantadas de 115 y dos huskies que parecen lobos se bajan de ella. Esa es Karin; de alguna manera ya no nos sorprenden estas cosas. En cuanto los huskies acabaron de olernos y lamernos las manos, obviamente nos lanzamos sobre ellos para darles una buena ración de amores.

ok, ¡hora de ponerse los esquís!

El objetivo era uno de los pilares a la entrada del valle de Tamok: Sorfjelltinden 1468m. El karma nos estaba dando la oportunidad de hacer las paces con este valle. Además Karin nos dijo que no vivía lejos y que conocía la montaña de memoria, incluso la había hecho el día anterior. De algún modo los perros conocían la montaña todavía mejor y siempre andaban revoloteando alrededor del primero para hacerle ir más rápido o para asegurarse de que están marcando el trayecto. ¡¿No son adorables?!

Karin nos llevó a un sector sorprendentemente disfrutón para esquiar. Acabamos tan agradecidos que quisimos invitar a las chicas a unos snacks; además Pedro es el rey del snack: teníamos serrano, salchichones, chorizos, higos, aceite virgen extra, buen pan…La verdad que Karin también fue una gran contrincante en el título de los snacks ya que trajo una tarta de arándanos casera y vegana. Nos invitó a su casa a tomar el café y echar la tarde ya que vivía justo en el valle de atrás: Signaldalen.

Enseguida nos impresionó la belleza y lo auténtico que era el valle. Otertinden lo coronaba alzándose como una de las montañas con más presencia del norte de Noruega.

En los flancos del valle aparecían por todas partes lineas de hielo de clase mundial. Este era sin duda un lugar salvaje y la casa de Karin no podía encajar mejor.

Los doce perros estaban esperando afuera a unos pocos metros del porche y la casa de madera. Su marido era un guía de montaña local y el objetivo de ella era acabar de entrenar a los perros para ofrecer excursiones especiales por la región.

Me encanta como su casa respira escalada. Fisureros y friends sujetan las baldas y muebles, tienen una gran colección de libros de escalada y unos álbumes de fotos realmente impresionantes de sus expediciones por medio mundo. Tuvimos unas horas realmente acogedoras, hablamos de montañas, del modo de vida bandido y nos pusimos gorditos a tartas y embutidos.

Bueno, llegó el momento en que nos tocó dejar a Karin hacer sus historias de huskies y empezar a movilizarnos. Teníamos que poner rumbo a Lyngen para chequear nuestra bestia: El Godmother couloir, la madre de todos los corredores, según la guía de escalada y esquí de Lyngen.

Al día siguiente conducimos a ver la línea. Logísticamente es compleja. Tienes que bordear todo el fiordo andando y acarreando los esquís durante tres horas por la escarpada orilla del fiordo, por un terreno bastante desagradable y expuesto a caras norte hasta llegar a la base del corredor. Después te espera el monstruo con la boca abierta. El riesgo de avalanchas era tres, pero llevaba en tres varios días seguidos. Por nuestra experiencia sabíamos que podía variar enormemente dependiendo de los microclimas y micro terrenos locales, así que decidimos que la mejor estrategia iba a ser ir hasta el principio de la aprox, buscar el primer corredor con orientación norte, y hacer en él varios perfiles de nieve para ver qué feedback sacabamos. Si lo veíamos bien, tendríamos que decidir si preferimos seguir en el día hasta la base del corredor, hacer un bivouac en una cueva de nieve, y atacar al día siguiente, o si mejor nos despertabamos super pronto y hacíamos todo en el día.

Aunque discutimos mucho sobre esta estrategia, al final dio un poco igual por que en todos los perfiles de nieve encontramos una capa enorme de nieve azúcar enterrada debajo de una capa cohesionada. Se necesitaba de mucha fuerza para romper la placa, pero en caso de hacerlos las consecuencias serían enormes. Además mientras hacíamos los perfiles, vimos purgas grandes en las caras sur del otro lado del fiordo. En conclusión, abandonamos rápido la idea del Godmother y decidimos poner rumbo hacía algo más sencillo, panorámico y con menor exposición.

Conducimos un poco más al norte hasta Koppangen donde quisimos chequear Goaldorri. El descenso parecía elegante, pero a mitad de camino, nos dimos cuenta de que la subida era una gran trampa de terreno, especialmente con las condiciones actuales, así que decidido darnos la vuelta.

No necesitábamos más drama, así que hora de bañarse en el fiordo. Bueno, al menos para Aniek, Pere y Pedro; para mí fue algo más como un chapurreo, con bastantes lamentos desesperados y algún lloro. Supongo que es lo que toca cuando intentas bañarte en el ártico en la desembocadura de un río glaciar.

El día siguiente iba a ser nuestro último día de esquí con Aniek y probablemente el nuestro si no queríamos estresarnos demasiado con conducir, organizar las maletas, limpiar la furgoneta y acabar de cerrar todo. Decidimos esta vez escoger algo sencillo y panorámico, aunque sea para subirnos a una cima de Lyngen y experimentar ese sitio del que todo el mundo habla. Pusimos el objetivo en Kavringtinden, una montaña elegante con líneas suaves.

La verdad que nos dejamos engañar por la forma templada de la montaña y al atacar de frente nos dimos cuenta de que era más grande y de que tenía más pendiente de la que parecía. Uno de los flancos de la pala principal nos dio la sensación de estar sobre expuesto al sol, y el otro seguía demasiado helado y había que andarse con cuidado. Llegar a la arista somital fue un alivio y de allí a la cima solo se tardan un par de minutos. No queríamos esquiar la cara que acabamos de subir, así que optamos por el plan B; una pala más corta sobre los 30º, sin complicaciones aunque con una orientación bastante sur.

Aniek bajo primero, enseguida la nieve parecía primavera pero disfrutona. Al bajar yo después, desencadené una placa de nieve mojada. Empezó pequeña, se desplazaba lenta, pero acabó cogiendo cierto volumen. Para cuando me dí cuenta la sacaba mucha distancia y ya estaba en otra orientación, aún así siempre se te queda un regustillo amargo en estas situaciones. Desde abajo conseguimos ver un collado con una pala todavía más pequeña, de menor inclinación y menor exposición al sol; así que le guiamos a Pedro hasta ella.

Después de este pequeño capítulo concluímos que Lyngen es un lugar famoso por sus montañas llenas de terreno alpino cerca del mar. Sin embargo el terreno es complejo y no siempre se puede negociar en todas las condiciones. Además hay glaciares y algunos bastante rotos. En mi opinión me dio la sensación de que si las condiciones son buenas, el terreno es excelente, pero sino no hay tantas opciones.

En cualquier caso, decidimos que ya habíamos tenido bastante esquí en Lyngen y decidimos conducir a la parte norte de la península, al lago de Jaeger para nuestra última noche en la furgoneta. La vista no pudo ser más fabulosa y se sintió como una gran despedida a Aniek, Lyngen y nuestro viaje de esquí ártico.

A la mañana siguiente nos lo tomamos con mucha pachorra y acabamos el road trip hasta Tromsø. Limpiamos la furgoneta, acabamos de recoger, reservamos una noche, nos dimos una bien merecida ducha, tomamos un par de cervezas y todo listo para nuestro vuelo de vuelta. Sin embargo, antes de todo eso, decidimos tomarnos un momento para conducir de vuelta al lugar donde todo empezó.

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