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Días de esquí árticos EP2: Sobre Hamperokken y las chicas Alpha.

Durante el fin de semana conocimos a una joven montañera holandesa tan simpática como motivada que nos invitó a esquiar con ella el día siguiente. Nos dijo que quedasemos en la base de Hamperokken a las once de la mañana y que llevásemos crampones, dos piolets técnicos y cuerda de 60m. Buscamos un par de croquis de Hamperokken y madre mía en qué montaña nos iba a meter Aniek…

Claro, en ese momento no sabíamos todavía que esa joven de veintidós años era la segunda mejor escaladora de holanda, había estado en una copa mundial de escalada en hielo, que se mete en vías de 7c/A2 en las que pasa varias noches en pared y que básicamente vivía en Tromsø para hacer alpinismo todos los días. Vamos que nos iba a tocar sacar pecho a Pere y a mí.

https://www.onthebelay.com/es/2018/04/24/dias-de-esqui-articos-ep1-sobre-el-invierno-en-tromso-y-aprender-a-volar/

El tiempo no estaba nada claro, y aunque el día anterior la nieve estaba muy asentada seguíamos un poco moscas con esa capa débil persistente. Como no podía ser de otra forma nos perdimos conduciendo por el valle y llegamos como cuarenta minutos tarde. Aniek me escribió que ellos tres iban arrancando y que siguiéramos sus huellas. La verdad es que Pere y yo no teníamos nada claro toda la parte de la arista y hacer cima con esta meteo, pero la montaña hasta la arista parecía un terreno que merecía sin lugar a dudas. Redesayunamos y con la calma empezamos bastante más tarde a tirar para arriba.

Aunque teníamos la huella hecha, es un terreno fácil de navegar en el que empezamos a cubrir terreno muy rápidamente. Primero bosque y después una plancha constante de nieve hasta el hombro de la montaña. Una vez allí, se puso rápidamente cada vez más empinado, más helado y más expuesto. Seguimos ganando terreno con las cuchillas, cada vez en zonas más delicadas, hasta que ya en la base de la arista, decidimos poner los esquís a la espalda y sacar los crampones.

El día cada vez se estaba cerrando más y desde aquí no se veía ni la montaña. Aniek me mandó un mensaje diciendo que uno de ellos bajó esquiando por uno de los corredores que caen del hombro superior pero que no sigamos esas huellas y que sigamos por la arista.

La arista que iba hasta el hombro de la montaña era un terreno de esquí alpinismo super disfrutón y elegante. Llegó un punto en el que veíamos la famosa huella de descenso por la cara oeste. Se veían una serie de canales anchas, sostenidas y encajonadas muy llamativas. En el hombro de la montaña decidimos que lo mejor iba a ser esquiar por ahí hasta abajo y dejarnos de embarcadas.

 

Los primeros cincuenta metros estaban asquerosamente helados, venteados y con mucha exposición de rocas; la verdad que bastante desagradable. Sin embargo enseguida empezamos a encontrar nieve fría y suelta aunque seguía siendo una montaña grande, encajonada y teníamos zero relieve. Pensamos la estrategia para hacerla en seguridad, Pere iría abriendo y yo cerrando. Dividimos la bajada en dos tramos, el primero la verdad que fue un esquí bastante defensivo, pero el segundo ya fue bastante más rock n’ roll. De ahí enlazamos con el bosque y eso sí que fué happy riding.

Al llegar al coche vimos que el de Aniek no estaba así que nos imaginamos que ya habían bajado. Buscamos un sitio al sol para comer y echarnos una siesta. Al de un buen rato me llega un mensaje de ella diciendo que habían tenido que “bucear” bastante por toda la nieve que había en la arista, pero que ya estaban listas para bajar. Les comento que no tenían coche y que si les hacía falta que les recogiesemos, al final quedamos allí al de una hora y media.

Allí aparecieron las javatas tras algo más de ocho horas de actividad pero con una gran sonrisa. La compañera de batalla, Merrick, era una guía de montaña de Alaska, ahora afincada en Tromsø, vamos otra buena alfa. De hecho, sus esquís de alpinismo eran de 122 y con colas levantadas.

Al ver las fotos de su actividad, creo que se habían ganado el paseo. ¡Que titanas!

Merrick nos dice que por el rescate, si conseguimos llegar a su casa antes de que sus hijas se vayan a dormir, nos invita a cenar y a la sauna. Bueno, creo que el Karma está de nuestro lado hoy. Tras una gran velada hablando de montaña, con unas buenas hamburguesas de bacalao y vegetarianas, una sesión intensiva de sauna y un avistamiento mini de auroras boreales, ya estábamos listos para el día siguiente.

Esta vez sí que había salido un día infernal. Merrick y su marido no pudieron juntarse al grupo así que salimos con Aniek a intentar una montaña de Kvaløya. Hacía una ventisca muy fuerte, nevaba mucho, y esta vez en cuanto pasamos el bosque y empezamos a entrar en la alta montaña notamos que la nieve estaba bastante más inestable que los días anteriores. Decidimos abortar la misión, ir a comer algo y ya iríamos al rocódromo a la tarde si eso.

Comimos en casa de Aniek y se nos juntó Johan, uno de sus compañeros de piso y según ella, probablemente el mejor escalador de artificial del Norte de Noruega y un compañero de batalla recurrente para sus intentos al Store Blåmann. De repente nos sentimos muy en el meollo del club de los recios de Tromsø.

A la tarde en el rocódromo Pere y yo apretamos sorprendentemente bien, será por la presión de grupo digo yo….Pero el show de verdad lo dio Aniek: nunca había visto a nadie sacar un octavo a vista en un rocódromo y menos con esa elegancia y maestría de movimiento. Impresionante.

Al día siguiente a ella le tocaba volver a trabajar a Lyngen y a nosotros recoger a Pedro y poner rumbo a Senja, uno de los grandes objetivos de este viaje, pero de eso hablaremos la semana que viene.

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